El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad que se presenta cuando una persona queda atrapada en un ciclo de pensamientos intrusivos no deseados. Estos pensamientos desencadenan sentimientos angustiantes y hacen que la persona se sienta obligada a tener comportamientos repetitivos, compulsiones.
El TOC puede ser una lucha de toda la vida.
Lea sobre la batalla de Anthony contra el trastorno y las profundas conclusiones a las que ha llegado desde que ha mejorado.
Lo peor de mi TOC no llegó hasta que tuve que mudarme de casa para empezar el primer año de la universidad. Desde entonces, ha sido un ciclo frecuente de quedar “atorado” en cosas de las que preocuparme obsesivamente.
Hasta que me mudé de casa para comenzar el primer año, siempre me había descrito como extremadamente motivado, trabajador y, quizás, a veces un poco rígido. Aunque probablemente estudiaba demasiado y pasaba demasiado tiempo en el gimnasio, nunca pensé que fuera un signo de enfermedad mental.
No fue hasta que me alejé del entorno familiar en el que crecí cuando empecé a darme cuenta de mis problemas.
DESCUBRIENDO MI TOC
Un componente constante de mi TOC ha sido siempre llamar a mis padres para obtener reafirmación cuando empiezo a sentir pánico. Hasta hoy, ese ha sido un hábito difícil de perder. En mi mente, siempre he pensado que su opinión es la norma porque crecí pensando que así era.
Desafortunadamente, a menudo uso esto al igual que un alcohólico recurre a su cóctel preferido después de un día difícil. Aunque mi verdadero yo entiende que llamarlos y pedirles su opinión no resolverá mucho, el impulso de mi TOC que siempre quiere sentirse bien, con frecuencia me hace volver a esta bochornosa compulsión.
Aunque los sentimientos de culpa que tengo después de llamar a mis padres son muy dolorosos, la intensificación de la ansiedad es lo que hace que emocionalmente sufra más después de estas compulsiones.
El tema de mis obsesiones puede ser muy diverso, pero generalmente se concentran en cosas que actualmente son importantes para mí. Las relaciones, mi trayectoria profesional, la salud y el éxito a menudo son los temas más comunes en los que quedo atrapado.
He desarrollado un tipo de amnesia al recordar mi vida respecto a mis crisis. Pienso, “Oh, antes estaba mucho mejor durante ese tiempo en particular”, cuando en realidad he luchado toda mi vida contra el TOC.
A alguien que no tiene TOC le explicaría que es como el bravucón más aterrador que te obliga a hacer cosas que no quieres. En su peor momento, la ansiedad hace que sientas como si alguien te agarrara y tratara de sacarte el aire de los pulmones.
Para la mayoría de la gente, estos sentimientos obviamente no serían muy agradables, pero para alguien que sufre de TOC, la maldición hace que sus pensamientos de miedo se repitan una y otra vez.
Para mí, mientras más aterrador sea el pensamiento, más probable será que quede atrapado en el ciclo. Una de las peores veces de mi vida fue cuando quedé atrapado en un círculo de TOC después de una ruptura amorosa. Aunque fui yo quien puso fin a la relación, mi falta de claridad en cuanto a si tomé una buena o una mala decisión, a la larga aumentó tanto mi ansiedad, que a menudo pensaba en el suicidio.
Cuando el psiquiatra al que veía durante este episodio decidió mandarme al pabellón psiquiátrico porque había verbalizado el contenido de mis pensamientos, las cosas empeoraron.
El TOC puede parecer como una maldición porque pasas el 50-75 % de tu vida (al menos en mi caso) sintiéndote y actuando normal, pero luego tienes estos sentimientos alternativos dentro de ti que no puedes controlar.
Cuando estaba hospitalizado por el TOC, tuve muchos sentimientos terribles. Conscientemente entendía que parte de mí no necesitaba estar ahí y que solo empeoraba la imagen de mí mismo. De hecho, no había intentado hacerme daño físicamente, ni tampoco tenía un plan lógico bien pensado para hacerlo. Si bien tenía emociones extremadamente intensas y esto asustaba a las personas que me rodeaban, en realidad estaba atrapado en pensamientos obsesivos con respecto a mis temores sobre la idea del suicidio. Al recordar esa etapa de mi vida, comprendo la diferencia.