El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad que se presenta cuando una persona queda atrapada en un ciclo de pensamientos intrusivos no deseados. Estos pensamientos desencadenan sentimientos angustiantes y hacen que la persona se sienta obligada a tener comportamientos repetitivos, compulsiones.
Lea la inspiradora historia de Katie, sobre cómo ha sufrido con el TOC durante toda su vida y ahora aprovecha sus experiencias para abogar por quienes sufren una enfermedad mental.
Preocupaciones: así es como mi familia llamaba a los pensamientos que tenía en la cabeza.
En la escuela primaria me preocupaba que si no tocaba las cosas en un orden en particular o no era completamente sincera, habría una catástrofe. Confesaba las imperfecciones morales más pequeñas y recibía la reafirmación de que yo era una persona buena. Pero en el tercer grado experimenté mi primera espiral después de que mi tía muriera de cáncer, lo cual yo creía que había sido mi culpa porque accidentalmente había pateado uno de sus aparatos médicos durante un viaje.
Mis pensamientos empezaron a concentrarse en la muerte y el daño, ya que pensaba que era una persona peligrosa, a pesar de que los premios de civismo que había ganado en la escuela demostraban lo contrario. Aun después de buscar terapia, no logré ningún alivio, ya que simplemente era una niña de 8 años que fingía que “mejoraba” para que el médico sintiera que era bueno en su trabajo.
Durante la secundaria y la preparatoria hice frente a mis obsesiones, que cambiaban constantemente y me exigían que fuera perfecta en el salón de clase, al mismo tiempo que permitían los abusos en las relaciones románticas según la suposición interna de que tenía defectos y era inmoral.
Este tema continuó en la universidad, donde competía como estudiante atleta y en las sociedades de estudiantes avanzados más importantes de mi carrera de Estudios Religiosos y Servicios Sociales. Aun así, pasaba sola la mayor parte del tiempo comprobando durante horas el horno, la estufa y las cerraduras para evitar que hubiera un incendio o que entrara algún intruso.
Después de terminar este proceso, rezaba para que no hubiera una catástrofe, me recostaba en la cama y nerviosamente repetía el proceso durante horas.
Manteniendo una fachada de perfección
Era hábil para mantener ocultas mis compulsiones y presentar una fachada de perfección. Y aunque mis estudios en servicios sociales me alertaban que podría tener un trastorno obsesivo compulsivo, opté por ignorar mi autodiagnóstico. Por aquel entonces, me estaba postulando para participar en un programa de maestría en teología y haciendo exámenes psicológicos para la ordenación. Tenía miedo de que un diagnóstico pusiera fin a mi carrera en el clero, así que mentí en las evaluaciones psicológicas, lo cual aumentó el sentimiento de culpa y vergüenza.
A medida que avanzaba en mis estudios de posgrado y buscaba la ordenación, mi fachada de perfección académica externa continuaba, pero por dentro, mi sentido de autoestima disminuía rápidamente. Vivía sola en un apartamento y pasaba algunas noches durmiendo poco a causa de mis compulsiones de revisar habituales… a las que añadí revisar la puerta y el estacionamiento del edificio.
También empecé a preocuparme de que se incendiaran mi escuela o la iglesia a causa de las velas, por lo que pasaba horas asumiendo una hiperresponsabilidad y regresaba a la escuela o iba en el coche a la iglesia para asegurarme de que no hubiera ningún peligro y al mismo tiempo tomaba fotos con el teléfono para revisarlas más tarde. De alguna manera sabía que esto era completamente ilógico; no obstante, las compulsiones me daban un alivio temporal y una falsa sensación de seguridad.
El TOC toma el mando
Cuando por fin comencé mi primera labor en el clero, el TOC se detonó, aferrándose a todo lo que era importante para mí. Pasaba cada noche con la obsesión de que le había dicho a alguien alguna palabra despectiva, que había gritado groserías, que había tocado a alguien de manera inmoral, que había pateado a un niño que iba en muletas o que había escrito algo desagradable en una tarjeta de cumpleaños antes de anular cualquier recuerdo del evento para intentar olvidarlo. Pasaba las noches pensando y preparándome para cuando llamara la policía; y dedicaba los días a tomar fotos de acciones que revisaría más tarde.
Con el tiempo estuve totalmente convencida de que le había sido infiel a mi esposo con una persona durante una reunión pastoral y que había asesinado a un amigo querido, que en la vida real se había suicidado.
Ambos casos comenzaron con obsesiones muy pequeñas, pero fueron creciendo detalladamente a lo largo de los meses. Las miles de horas que pasé revisando mi memoria, los estados de cuenta del banco, los registros del teléfono, los datos en mi teléfono/reloj, los correos electrónicos, los patrones de tráfico y las cámaras de la ciudad para tener algo de alivio, agravaron las obsesiones.
A la larga, tanto pensar y revisar formaron un detallado montón de correo basura en mi cerebro que parecía absolutamente real. Por fuera, era una ministra compasiva que se preocupaba por miles de personas. Por dentro, estaba convencida de que en secreto era una asesina adúltera que estuvo a punto de confesar ante las autoridades en diversas ocasiones.
Los sentimientos de alegría durante las experiencias con mi familia y la pena de perder a un amigo fueron sustituidos por sentimientos irracionales de culpa, temor y ansiedad.
Solo decidí seguir viviendo porque sabía cuánto afectaría a los que quiero si me quitaba la vida… no porque de verdad sintiera que merecía vivir. Aun así, el tratamiento para el TOC (como ERP, ACT y los medicamentos) y las redes de apoyo me salvaron la vida, me dieron la oportunidad de empezar a quererme y a volver a confiar en mí misma.
Claro, me gustaría no tener TOC, pero estoy agradecida por la oportunidad de utilizar mi papel como líder religiosa para abogar por quienes padecen una enfermedad mental. Verdaderamente creo que con un tratamiento basado en evidencias, cada persona que sea diagnosticada con TOC puede vivir una vida compasiva, creativa y feliz.