El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad que se presenta cuando una persona queda atrapada en un ciclo de pensamientos intrusivos no deseados. Estos pensamientos desencadenan sentimientos angustiantes y hacen que la persona se sienta obligada a tener comportamientos repetitivos, compulsiones.
Lea la historia de Maya a continuación para conocer su viaje de autodescubrimiento y de cómo no solo está haciendo frente a la enfermedad, sino cómo la combate.
“Ya preguntaste eso. La respuesta no ha cambiado”, mi madre me explicaba pacientemente en muchas ocasiones a lo largo de mi niñez. Ahora reconozco que mis preguntas repetitivas eran un síntoma temprano de mi trastorno obsesivo-compulsivo con búsqueda de reafirmación.
Los síntomas de mi TOC
De niña tuve varios miedos irracionales, como el miedo a volar, a perder los dientes de leche y a los esqueletos. En la escuela primaria empecé a preocuparme por que mi familia y yo sufriéramos algún daño, y todas las noches rezaba compulsivamente para evitar que sucedieran cosas malas. En la secundaria, la ansiedad social invadió mi vida y empecé a alejarme de mis amigos y a rechazar invitaciones a actividades sociales. En la escuela también empecé a tener obsesiones y compulsiones de perfeccionismo.
Afortunadamente, estos sucesos eran solo una pequeña parte de mi fantástica infancia. También tuve la dicha de tener padres maravillosos, una hermana menor a quien consideraba mi mejor amiga, un techo sobre mi cabeza y comida en la mesa. Desgraciadamente, a la enfermedad mental eso no le importaba.
Mi diagnóstico de TOC
En el verano anterior a mi primer año de preparatoria, los síntomas del TOC se intensificaron rápidamente. Mis rituales nocturnos de rezar duraban más de una hora porque tenía que repetirlos hasta que me parecieran “perfectos”. Constantemente tenía miedo de que estuviera pecando y de que iría al infierno si no rezaba constantemente para pedir perdón.
Las obsesiones de contaminación entraron a mi mente por primera vez; las duchas duraban cada vez más y me lavaba las manos con más frecuencia hasta que las tenía en carne viva. Estaba muy asustada y no sabía qué era lo que me pasaba; así que un día decidí consultar en Internet en busca de respuestas. Encontré un artículo sobre el TOC y, de repente, mis extraños pensamientos y conductas ya tenían un nombre. Odiando la manera en que estaba viviendo, ese agosto me tomé unos días para perfeccionar una carta a mis padres en la que les explicaba mi situación y les pedía ayuda.
Mi pediatra me remitió a un psicoterapeuta, pero eso no ayudó. De hecho, los síntomas empeoraron y desarrollé compulsiones y obsesiones de contar y verificar usando colores y números “buenos“ y “malos”.
El psicoterapeuta me remitió a un estudio de investigación sobre terapia cognitivo conductual (CBT) en una universidad cercana, gracias a lo cual cada semana recibí CBT y terapia de exposición y prevención de respuesta (ERP) gratis, el tratamiento de referencia para el TOC. Desafortunadamente, estaba tan sumida en el TOC, que las citas semanales no servían de mucho. Aun así, aprendí mucho sobre el proceso del tratamiento para el TOC, y a sugerencia suya, con indecisión empecé a tomar medicamentos.
Después me remitieron a un terapeuta local de CBT, con quien logré cierto avance con las sesiones semanales; sin embargo, pronto aparecieron nuevos síntomas una vez que había vencido a los anteriores. Estaba verdaderamente destrozada al quedarme despierta hasta la madrugada y despertar antes del amanecer para hacer compulsiones. Mi dermatilomanía (un trastorno del espectro obsesivo-compulsivo de rascarse compulsivamente la piel) empeoró y constantemente estaba haciéndome pedazos la piel.
El tratamiento para mi TOC
A los 16 años, tomé la decisión de ingresar en una residencia para tratar el TOC a cientos de millas de mi casa. Fue la decisión más tremenda y la mejor que he tomado en mi vida. Esos tres meses estuvieron llenos de exposiciones, de terapia grupal, de terapia experiencial y de nuevos amigos que me entendían. Antes de eso no había conocido a nadie que tuviera TOC y entonces ya no me sentía tan sola. Fue ahí (después de cinco intentos) donde por fin encontré los medicamentos que funcionan mejor para mí.
El tratamiento en la residencia cambió mi vida y puso en marcha mi recuperación; y ahora mi TOC y la ansiedad son mucho más controlables.
Aun así, estoy lejos de estar curada. En los dos últimos años he estado viendo alrededor de dos veces por semana a una terapeuta formidable con quien he establecido un gran vínculo. Hace conmigo una genial combinación de ERP, CBT, psicoterapia y un poco de terapia dialéctico conductual. Todavía tomo medicamentos. Aún lucho, especialmente con el TOC de contaminación, con la ansiedad social y con pensamientos intrusivos. Pero ahora cuento con las herramientas y recursos para combatir el TOC y dar lo mejor para no permitir que se apodere de mí.
Estoy por terminar mi primer semestre en la universidad. Hace tres años nunca pensé que podría ir a la universidad. Ir a la universidad definitivamente ha sido una enorme fuente de ansiedad para mí, pero con el increíble apoyo de mi familia y mi terapeuta, voy avanzando. Toma tiempo y esfuerzo, pero siempre hay esperanza.