El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad que se presenta cuando una persona queda atrapada en un ciclo de pensamientos intrusivos no deseados. Estos pensamientos desencadenan sentimientos angustiantes y hacen que la persona se sienta obligada a tener comportamientos repetitivos, compulsiones.
Lea a continuación la historia de Marie: cómo se enteró de su inusual TOC y lo que está haciendo para combatir los síntomas.
Mi TOC rompe los estereotipos, lo cual es parte de la razón por la que tardé tanto en tener un diagnóstico adecuado. Antes de que lo diagnosticaran, suponía que el TOC solo se refería al temor a los gérmenes y a la necesidad de que todo estuviera correcto. Solo había oído hablar del TOC para describir a las personas a quienes les gusta ser organizadas y que ordenan filas de Skittles según el color. Ahora sé que se refiere a mucho más.
El TOC y los estereotipos
Comencé a romper los estereotipos, o así lo creía cuando tenía quince años. Las chicas quinceañeras no son lo que viene a la mente cuando la gente piensa en un pedófilo, pero debido a mi TOC, estaba convencida de que yo tenía una anomalía. Recuerdo que cuando estaba en la preparatoria, vi una película en la que había niños pequeños. Vagamente recuerdo la trama porque en todo lo que podía pensar era si esos niños me atraían sexualmente. Yo era poco más que una niña, sabía que algo andaba mal, pero no tenía idea de que la respuesta fuera el TOC.
A menudo, la gente llamaba “TOC” a mi amiga porque su habitación estaba limpia y tenía sus notas codificadas por color. Sin embargo, nadie me acusó nunca de “ser tan TOC” porque mi TOC no era estereotípico. El piso de mi habitación estaba lleno de mis pertenencias; mi libreta organizadora era un desastre y no podía dejar de preocuparme de que quizás fuera pedófila.
No empecé a darme cuenta de que algo andaba mal hasta que estuve en la preparatoria; aunque tengo recuerdos del TOC desde el preescolar. Recuerdo haber dicho algo fuera de lugar y que la culpa me abrumaba y me agobiaba tanto, hasta que le confesé mi crimen a mi madre, quien se veía muy confundida y me dijo que todo iba a estar bien.
Ese mismo año, en una celebración del preescolar, recibí una galleta de la fortuna sin el papel de la fortuna. Estaba convencida de que me había comido el papel y que moriría; repetidamente le pregunté a mi madre si el papel me mataría. Para que quedara convencida fueron necesarias múltiples explicaciones de que las galletas de la fortuna no siempre tienen un pequeño papel dentro; e incluso después de dejar de preguntar, la preocupación aún seguía ahí.
Patrones de conducta con TOC
El patrón de confesar y de buscar reafirmación continuó hasta que se volvió completamente abrumador durante el primer año de preparatoria. Cada noche apagaba las luces y llamaba a mi madre a mi habitación. Llena de culpa y temblando de miedo, le confesaba todas las cosas malas que había hecho y los malos pensamientos que había tenido. Las listas se hicieron cada vez más largas, hasta tal punto, que mi madre me decía que tenía que irse a dormir aunque no hubiera terminado y yo le rogaba que se quedara; pensaba que confesarle mis temores era la única forma de que pudiera sentirme mejor.
Mi tratamiento para el TOC
Finalmente tomé la decisión de buscar un tratamiento intensivo y falté a la escuela porque el TOC era demasiado para controlarlo solo con terapia una vez por semana. Trabajé duro en un programa intensivo de tratamiento durante tres meses antes de, por fin, graduarme y sentirme preparada para volver a enfrentarme al mundo. Me gustaría decir que después de esto ya no tuve problemas, pero desafortunadamente, dos años después, aún sigo lidiando con el TOC. Ahora sé cómo manejarlo con las estrategias que he aprendido en la terapia, pero a menudo todavía me toma por sorpresa. Aún voy a terapia una o dos veces por semana para seguir aprendiendo nuevas estrategias para combatir el TOC.