El TOC casi me mata

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad que se presenta cuando una persona queda atrapada en un ciclo de pensamientos intrusivos no deseados. Estos pensamientos desencadenan sentimientos angustiantes y hacen que la persona se sienta obligada a tener comportamientos repetitivos, compulsiones.

Lea la historia de TOC de Jennifer y cómo atravesó una espiral descendente para salir del otro lado.

De niña comencé con un TOC típico que consistía en lavarme las manos, revisar si la secadora de pelo estaba desconectada o si las tenazas para el cabello estaban apagadas antes de salir de casa. Mi principal TOC a lo largo de mi vida ha sido no poder tocar a mi familia ni nada que ellos hayan tocado.

El TOC evitó que volara a casa los fines de semana para celebrar días festivos, cumpleaños o simplemente para visitarlos. No podía abrazar a mi familia. Mis padres tenían que venir a visitarme, pero eso traía sus propias dificultades. Se quedaban en mi casa, por lo que todo lo que tocaran yo lo consideraba contaminado. Todos los días lavaba el sofá en donde se habían sentado, los controles remotos, las manijas de las puertas y el piso por donde habían caminado. Tenía que guardar en armarios y cajones la ropa o los zapatos que había usado al estar con ellos. Así funcioné durante más de 25 años de mi vida. Con el tiempo, ya no podía tocar más de 150 cosas de mi casa ni podía entrar a cuatro habitaciones.

Debe ser mi culpa

La última conversación en persona que tuve con mi madre fue sobre el TOC. Ella lloraba y me decía que quería abrazarme. Estaba histérica y lo tomaba de manera personal. “Obviamente es por algo que hice. Debo ser la peor madre que haya existido. ¿Alguna vez vendrás a Chicago a vernos? Debe ser mi culpa”. Yo estaba deshecha. Yo también tenía muchas ganas de abrazarla. Me sentía culpable por tener una enfermedad mental y por hacer que mi madre se sintiera mal consigo misma. Le respondí: “Por supuesto que quiero abrazarte, pero las ansiedad y el temor son demasiado”. Dos semanas después, falleció de forma inesperada.

El TOC ha robado mucho de mi vida, pero las cosas no terminaron ahí. En agosto, casi me costó la vida cuando afectó a la comida y las medicinas. Empecé a evaluar lo que entraba a mi cuerpo y lo percibía como dañino. Esto se convirtió en una rápida espiral descendente. En un máximo de cuatro semanas ya no podía comer, beber ni tomar medicinas. Bajé 35 libras (16 kg) y sentía que estaba carcomiéndome por dentro. Me sentía morir. Tenía mucho dolor físico y mental. Me moría de hambre, pero tenía demasiado miedo de comer; tenía sed, pero no podía tomar nada. Pasaba horas sin parar de pensar. Literalmente estaba atrapada en mi propia mente. Sabía que mis pensamientos no tenían sentido ni parecían lógicos, pero cuando aparecían las ansias, el temor y la ansiedad son tan poderosos que se anteponen a la lógica.

Buscando un tratamiento para el TOC

En agosto encontré un centro para el tratamiento del TOC. Al entrar, no podía tocar nada ni a nadie, no podía sentarme en ningún lado, ni comer ni beber nada, ni tomar medicinas. Era una ardua batalla.

El primer día fue un infierno. Igual que el segundo y el tercero y los siguientes dos meses. Sientes como que el temor y el dolor nunca terminan. Me sentía abrumada, me exponía 24/7 todos los días. Sentía que no podría seguir con esa ansiedad constante. Vivía los días con ansiedad anticipada o con ansiedad. Sin descanso. Gracias a una fe ciega y al deseo de vivir, seguí adelante. El equipo de tratamiento me convenció de que la ERP sí funcionaba. No les creía pero, ¿qué podía perder? Todos los días mi lema era: “Es preferible sufrir un infierno al combatir el TOC que vivir un infierno con TOC”.

¿Cómo pasé el tratamiento? Comprometida con el proceso y con una aceptación radical. Hoy en día, después de más de 700 horas de terapia, me lavo las manos como los demás, me pongo ropa y zapatos que durante años no podía usar y vivo el momento presente. Ahora ya puedo caminar dentro de mi casa y tocar todo lo que quiera sin que el TOC me incapacite. Puedo abrazar a quien yo quiera. No permitiré que el TOC vuelva a afectar a mi familia. Ya puedo comer y beber de todo sin preguntarme si lo que estoy dándole a mi cuerpo es dañino o si lo controla. Ya controlé la química de mi cuerpo con las medicinas que tomo.

No solo he logrado salir de la espiral descendente en la que estaba sumergida, sino que me he convertido en la persona que soy sin TOC. Me siento más libre que nunca. No estoy curada, pero me considero una historia de éxito. Cómo me gustaría que mi madre estuviera aquí para verme. La abrazaría muy fuerte y no la soltaría.